"El terrorismo no nace del vacío: tiene causas reales"

A FONDO / NARCIS SERRA, EXPERTO EN SEGURIDAD
CLARIN - 15.09.2002 - OPINION



PROVERBIO INGLES
"EL TERRORISMO ES UN PROBLEMA DE CORAZONES Y MENTES", DICE SERRA.
(Foto: Axel Alexander)

Cómo EE.UU. conduce el mundo. Siempre hubo diferencias entre Europa y EE.UU. sobre la forma de construir el orden internacional, pero parecen ahondarse hoy, cuando Bush lleva su política exterior al extremo de un rabioso unilateralismo. Así lo juzga Narcis Serra que, con un doctorado en la London School of Economics, ha tenido cargos clave en la política española: fue alcalde de Barcelona y luego ministro de Defensa y vicepresidente del gobierno de Felipe González, con expresas responsabilidades en la lucha contra el terrorismo vasco. Serra estuvo la semana pasada en Buenos Aires para participar del seminario sobre globalización y seguridad regional organizado por la Fundación PENT.

Después del 11 de setiembre del 2001 George W. Bush declaró una guerra casi personal contra el terrorismo. Guerra sin plazos cuya próxima batalla parece que se dará en Irak. Esta perspectiva desnudó diferencias entre la visión de Estados Unidos y la de la Unión Europea. ¿Hay disensos profundos en la Alianza Atlántica o son circunstanciales?

—Las diferencias entre Europa y Estados Unidos sobre la forma de construir el orden internacional —que no es siempre el mismo, porque con el paso del tiempo tiene que ser distinto— son antiguas. Por eso, en la Alianza Atlántica se ha hablado siempre del diálogo transatlántico. Ese diálogo es necesario porque no se piensa lo mismo. Las diferencias entre Estados Unidos y Europa son antiguas, y seguirán, y es bueno que sigan. Porque yo creo que la relación entre Europa y Estados Unidos es un elemento básico de esta realidad mundial, pero la dialéctica de posiciones diferentes entre Estados Unidos y Europa también es un elemento dinámico, necesario, para la construcción de un orden internacional.

Pero nunca antes en la historia de esa alianza el unilateralismo de Washington había sido tan intenso.

—La administración Bush es un caso bastante extremo, o muy extremo, de formulación de una política exterior norteamericana unilateral. Y, además, el 11 de setiembre, que podía haber provocado una evolución de la política exterior norteamericana para buscar más apoyos internacionales y construir coaliciones internacionales, no ha actuado en esta dirección, sino en la de acentuar la política exterior que había dibujado Bush antes del 11 de setiembre. Lo que me parece más peligroso es que se postula que la defensa de los intereses nacionales de Estados Unidos es contradictoria con la defensa de un orden mundial o de los intereses globales de la mayoría de países.

¿Hacia dónde lleva este curso que impone Bush a los asuntos mundiales?

—Se está perdiendo la ocasión de algo que Estados Unidos y toda la humanidad necesitan: que Estados Unidos asuma el liderazgo de construir el orden mundial que corresponde. Si el 11 de setiembre logra como efecto endurecer —y yo hasta diría fosilizar— el planteamiento unilateral de Bush, pues además de los efectos desastrosos de segar vidas humanas, habrá tenido una consecuencia muy, muy negativa para las posibilidades de crear un orden internacional que se corresponda con la situación de globalización que vivimos. El mundo está en una nueva situación y no sabemos crear el nuevo orden entre países; un orden que se corresponda con esa nueva situación. Si el país más potente del mundo renuncia al liderazgo de este esfuerzo, va a ser muy difícil que el mundo avance en la dirección de la gobernabilidad en esta nueva situación.

Su respuesta asume rígidamente un presupuesto central del realismo: sólo quien tiene poder puede crear orden. ¿Pero es seguro que el orden que imagina Estados Unidos sea el mejor? ¿Europa no tiene nada que decir en esta cuestión?

—En el avance hacia un nuevo orden mundial Europa está especialmente colocada para entender la dirección, explicarla e impulsarla. Y —no lo digo porque esté aquí— creo que el único apoyo continental que puede haber en esa dirección es el de los países de América latina. Porque aquí también en el tema de seguridad hay una conciencia clara de que la vieja amenaza del país vecino se ha disuelto y que la seguridad sólo se incrementa con la cooperación con los países vecinos, en vez de por la vía de armar al máximo los ejércitos propios. ¿Por qué Europa es el continente más preparado para entender eso? Y eso hay que saberlo cuando se juzga la actitud norteamericana. Pues porque hasta ahora en la historia Europa ha ido produciendo los órdenes mundiales que han existido. Hasta el fin de la Edad Media, y esto en Europa como en Asia, o había imperio —la hegemonía de un gran país— o había caos. El único orden posible era el del imperio, imperios como el romano, pero también el persa o el de China.

Y es Europa también la que impone el orden que sigue al imperio.

—Es en la Edad Media, y no a partir de los estados-nación que vienen luego, sino de las ciudades-estado, que Europa inventa un nuevo orden. Los ciudadanos ya no tienen seguridad porque se las da el imperio, sino que en un ámbito determinado se crean leyes, se crea una soberanía y esas leyes se imponen. Es con una fórmula distinta de la del imperio, la del equilibrio de poderes. Y por eso, en Italia, Florencia se alía con Pisa y Siena, para defenderse de Milán. Esto en el siglo XV. Y en el siglo XVII, Inglaterra se alía con España contra Francia, etcétera. Y esa situación pretende garantizar la soberanía —es decir, que haya reglas, que haya leyes, y que estas leyes se impongan— para pasar de la ciudad-estado al estado-nación. Entonces, hay dos soberanías: una de ellas es la soberanía interna, total y absoluta, porque no se acepta que otros países puedan penetrar en lo más mínimo en la soberanía de un país. A partir de la Segunda Guerra Mundial, y sin pensar que se estaba generando un nuevo orden, sino con el fin de resolver el problema de demasiadas guerras en Europa, y sobre todo, demasiadas guerras por la confrontación entre Francia y Alemania, en Europa, y con un apoyo norteamericano definitivo, se abre el camino de la cooperación, que —en su versión presente, la Unión Europea— también encarna un nuevo orden.

¿Pero en este punto no es ya imposible darle sólo el crédito a Europa que, en el final de la Segunda Gran Guerra, estaba no sólo exhausta, sino que ni era plenamente democrática?

—En este momento de la historia lo que se hizo, se hizo con el apoyo decisivo de Estados Unidos que asume plenamente el rol de constructor del orden mundial y crea el Fondo Monetario y Breton Woods, el Plan Marshall y las Naciones Unidas; es decir, cede poder para que sea creíble su liderazgo y para que los países medianos acepten estar en esas instituciones de gobernabilidad parcial. En ese proceso, en Europa se buscan fórmulas para que no haya más guerras entre Francia y Alemania. Por eso, la primera institución europea que se creó es la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, no la Comunidad Económica Europea. Porque en aquel momento se creía que la base para poder armar un ejército, equipándolo de tanques, cañones, etcétera, era el acero. Por lo tanto, Francia y Alemania, absolutamente apoyadas por Bélgica, Holanda, Luxemburgo e Italia, crean la Comunidad del Carbón y del Acero que regía en esas materias; comunicaban las producciones, controlaban las exportaciones y las importaciones y cedieron la soberanía nacional en materia de producción de acero a un organismo supranacional que se llamaba Europa. Bueno, en aquel momento se llamaba simplemente Comunidad del Carbón y del Acero. Por primera vez en la historia y de manera efectiva y eficaz, se incrementa la seguridad por el camino de ceder poder y soberanía. Un intercambio de soberanía incrementa la seguridad de los ciudadanos de esos estados-nación, que depositan voluntariamente, no porque un imperio lo haya dicho. Se hace voluntariamente, en un organismo común internacional, o supranacional. En estos momentos, la Corte Europea es superior a cualquier ley de cualquier nación del área. Los europeos hemos aceptado ceder partes progresivas de nuestra soberanía a la idea de Europa. Y todos creemos que estamos mucho más seguros, y que hemos resuelto el problema de las guerras entre nosotros no por el camino de que cada país tenga un ejército tal que el otro país no querrá atacar por miedo a la respuesta militar.

Nada de ese curso histórico parece proseguir en el presente. En estos días la guerra contra el terrorismo es casi uninacional y Bush en lugar de promover el rol de la ONU la conmina a cumplir el deseo de Washington.

—Hoy podemos ser más crudos y a la vez más precisos. Una solución multilateral a un problema internacional es aquella que implica cesión de soberanía como elemento de resolución del problema. Y una solución unilateral es la que se niega a que cualquiera de los estados-nación que tienen que enfrentarse a ese problema internacional ceda su soberanía. La actitud de Bush anterior al 11 de setiembre era ya rabiosamente unilateral. Se negó a firmar el Protocolo de Kyoto, el Tribunal Penal Internacional, el Convenio de Armas Cortas, el Convenio de Minas Antipersonales siempre con argumentos insostenibles. Entonces, Estados Unidos sufrió el ataque del 11 de setiembre en una situación en la que ya se encaminaba a una posición en la que quería mandar, pero en absoluto ser mandado. Esta es la posición de Estados Unidos respecto del Tribunal Penal Internacional. No pueden estar, sensatamente, en contra de esa corte si está apoyando el juicio a Slobodan Milosevic. El problema es de una conciencia tal de superpotencia que no acepta que la comunidad internacional pueda generar reglas a las que deban someterse. De alguna forma, la reacción es enfermiza. En este sentido, la posición actual sería antitética a la de Woodrow Wilson, a la de Harry Truman y Dwight Einsenhower, que buscaban visualizar la entrega de poder para que los demás países los acompañasen en la solución que como líderes mundiales ellos proponían. Yo, de todas formas, no soy absolutamente pesimista, porque el multilateralismo es imprescindible para resolver los problemas mundiales.

Examinemos algo más que historia y teoría: problemas concretos. ¿Es posible un combate unilateral exitoso contra el terrorismo?

—No hay solución al problema del terrorismo que sea unilateral. Incluso creo que para la defensa de los intereses norteamericanos, que es defenderse de los ataques terroristas, la política unilateral está claramente equivocada, porque el unilateralismo no creará las condiciones de un combate eficaz contra el terrorismo. Hay dos problemas básicos, que son obvios, de la política que ha definido Bush para luchar contra el terrorismo. Primero, necesita usar mecanismos que muevan emotivamente al ciudadano norteamericano y mantengan esta situación hasta su reelección; acude al ejército, va a muchos actos con él. Con lo cual orienta la lucha contra el terrorismo de una forma en la que los que tenemos alguna experiencia en estos temas podemos decir que no será la apropiada. En segundo término, cuando elige la vía unilateral ya se está amputando una verdadera colaboración entre países para tener algo tan importante para la seguridad de Estados Unidos como es la información sobre el terrorismo y crear una coalición de verdad que luche contra el terrorismo. Pero el tercer problema es que el terrorismo no nace del vacío: tiene causas reales. Yo nunca afirmaría que el terrorismo de ETA, en España, es el produc to, puramente, de que en un laboratorio cuatro locos han decidido matar a otros ciudadanos. Hay un conflicto social: el terrorismo español mata porque ha llegado al convencimiento de que por la vía democrática nunca logrará lo que quiere, porque los ciudadanos no lo votarían, y eso genera una enorme dificultad para resolver el tema. Pero yo, por mi experiencia en España y por lo que conozco en Irlanda, creo que el terrorismo es lo que los ingleses llaman un asunto "corazones y mentes" ("A question of hearts and minds"). En la medida en que Estados Unidos no reconozca que hay que combatir las causas del terrorismo, está caminando en una dirección equivocada.

¿Cómo podría definirse una política alternativa eficiente contra el terrorismo?

—Hay tres elementos: técnicamente, el combate contra el terrorismo exige la multilateralidad; dos, la confianza necesaria para combatirlo es incompatible con los planteamientos unilaterales y, tres, sin atacar los problemas de fondo que generan la práctica del terror no hay credibilidad para restar el apoyo social que permite que el terrorismo exista.

Por Oscar Raúl Cardoso
de la readccipon de CLARIN