TRIBUNA
La Transversalidad de Kirchner es similar a la Alianza de 1999
EL CRONISTA - 22.06.2004 - Opinión
A un año de las elecciones presidenciales de 2003, un estudio de la Fundación PENT revela que más del 90% de los votos que perdió la Alianza con respecto a los comicios de 2001, terminó dirigiéndose hacia alguno de los tres candidatos que presentó el peronismo.
En este cambio tuvo decisiva importancia el voto de los afiliados al radicalismo, que dividieron sus preferencias principalmente entre Carlos Menem y Néstor Kirchner y sólo en forma marginal se inclinaron por opciones que políticamente podrían haber resultado más afines a su filiación partidaria, como Elisa Carrió, Ricardo López Murphy o Leopoldo Moreau.
El estudio de la Fundación PENT se titula De lo obvio y lo oculto en las elecciones presidenciales 2003 y fue realizado por los especialistas Marcelo Escolar y Ernesto Calvo.
Los autores cruzaron estadísticamente el escrutinio con los de comicios anteriores y también llegaron a la conclusión de que el proyecto político de transversalidad, impulsado por el presidente Néstor Kirchner, tiene como base el comportamiento independiente del electorado en las últimas elecciones presidenciales. No obstante, reparan que ello no suele ocurrir a nivel provincial, donde los cambios no alcanzan a modificar el sistema político de cada jurisdicción.
El trabajo también corrobora que el denominado "voto bronca" fue, a diferencia de lo que había ocurrido en 2001, muy poco significativo en términos de impugnaciones, anulaciones o sufragios en blanco.
Las principales conclusiones del análisis son las siguientes:
· En los últimos nueve años se han producido una serie de acontecimientos políticos que demuestran que, o bien la Argentina atraviesa una larguísima coyuntura irregular, o está en presencia de un cambio acelerado, característico de regímenes federales presidencialistas.
· Durante el período 1994/2003, se produjeron la ruptura del bipartidismo y el desplazamiento al tercer lugar de la segunda fuerza política (1995); la formación de la primera coalición electoral victoriosa en la historia argentina (1999); un cuestionamiento masivo al sistema político a través del voto en blanco y el vuelco hacia opciones de izquierda ideológica (2001); elección de dos presidentes interinos por coaliciones parlamentarias (2002); la generalización del voto estratégico debido a la fragmentación del peronismo en la primera vuelta de las elecciones (2003) y la virtual desaparición del radicalismo como fuerza electoral de magnitud (2003).
· Los cambios en el comportamiento electoral individual no alcanzaron a modificar el sistema político de cada provincia por separado, ni a introducir mayor competencia electoral.
· La fragmentación electoral del PJ en 2003 (Kirchner, Menem, Rodríguez Saá), no sólo se explica por la pelea Duhalde-Menem. También puede atribuirse a la pérdida del control del Poder Ejecutivo por parte del PJ en 2001 y, con ello, de los incentivos financieros para mantener la disciplina partidaria provincial en un contexto federal presidencialista como el argentino.
· Otra razón es la desaparición de un contrincante político suficientemente fuerte que pudiera atravesar exitosamente la prueba del ballotage y aglutinar a la oposición dispersa.
· Cada uno de los candidatos justicialistas a las elecciones presidenciales de 2003 mostró un área de influencia regional alrededor de su propia provincia. Algo similar ocurrió en la región metropolitana de Buenos Aires y el Gran La Plata, donde cada candidato se hizo fuerte en alguna zona específica, aunque hubo un claro predominio de Kirchner debido al apoyo duhaldista.
· La situación fue muy diferente para la oposición, donde ningún candidato pudo mostrar un predominio provincial evidente, con excepción de algunos grandes centros urbanos como la Capital Federal (para López Murphy) o Rosario (para Carrió). La implantación geográfica de ambos candidatos se verificó mayormente en la región pampeana, con una presencia que varió (en el caso de López Murphy) según la importancia de los partidos provinciales que se incorporaron a su coalición electoral.
· Todos los votos que perdió el PJ en las elecciones de 2001 se recuperaron en 2003, distribuidos únicamente entre Menem y Kirchner en la primera vuelta.
· En cambio, de los votos que perdió la Alianza entre 2001 y 2003, más de un 90% se distribuyó entre los tres candidatos peronistas (Kirchner, Menem, más Rodríguez Saá). En 2001, todos los votos que había resignado la Alianza con respecto a 1999, se habían orientado fundamentalmente hacia el voto negativo (en blanco o nulos).
· El voto aliancista de 2001 masivamente transferido a los candidatos del PJ en 2003 tuvo un origen mayoritariamente radical y provino principalmente de áreas rurales o pequeñas ciudades del interior del país.
· El voto cautivo radical se habría concentrado preferentemente en Menem y, en menor medida, en Kirchner.
· Los votantes que habían sufragado por Acción por la República en 1999, se distribuyeron en 2003 en todas direcciones, menos hacia el PJ o la UCR, los dos partidos tradicionales.
· La declinación del “voto bronca” en las elecciones presidenciales de 2003, con respecto a lo que había ocurrido dos años antes, tuvo una distribución muy particular: con excepción de la región metropolitana, López Murphy fue beneficiario de quienes en 2001 anularon su voto en zonas rurales y Carrió en urbanas.
· Otro dato, más sorprendente, es que parte del voto que los partidos de izquierda captaron en 2001 y resignaron en 2003 se trasladó mayormente a Rodríguez Saá en la Capital Federal y el cordón más próximo del Gran Buenos Aires, el Gran Rosario y Chaco. En estas zonas, Carrió quedó ubicada en segundo lugar entre las preferencias de los votantes de izquierda. López Murphy, a su vez, recibió más votos transferidos desde la izquierda que desde ex votantes de Acción para la República.
· Mientras sigue pendiente la prometida reforma del sistema electoral, se percibe que los tiempos institucionales son más lentos que los políticos y éstos, a su vez, más lentos que los cambios de opinión pública del electorado.
· Es probable que la “transversalidad” y el realineamiento partidario sean lecturas apropiadas de algo que los grandes sectores de la ciudadanía ya vienen poniendo en práctica desde hace tiempo, o teóricamente nuevas herramientas de coyuntura para frenar la inercia estructural de los acontecimientos políticos. O sea, algo similar a lo que en su momento fue la Alianza, esa novedosa coalición política entre una segunda y una tercera fuerza nacional en aquella, ahora lejana, elección presidencial de 1999.
Por Dr. José María Ghio
Director Ejecutivo, Fundación PENT