El Bicentenario de 1810, tan cerca y tan lejos
EL CRONISTA- 24.05.05 - OPINION.
Mañana, 25 de Mayo, faltarán cinco años para una celebración que podría servir de marco para poner en marcha un proyecto estratégico de país, con los consensos básicos sobre la Argentina que queremos. Pero la posibilidad está aún muy verde
ILa celebración del Bicentenario de 1810, para el que mañana faltarán solo cinco años, es una nueva oportunidad para lograr consensos básicos sobre el país que queremos y para ponerlos en marcha. Tanto es el tiempo perdido que ya sería mejor hablar de los bicentenarios en plural, incluyendo al del 2016. Hay algunas iniciativas en marcha, pero todavía no hay masa crítica y falta lo principal, una mayor iniciativa del Gobierno y conciencia social sobre el sentido de la celebración.
Entre las entidades de la sociedad civil pueden mencionarse la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE); el Foro del Bicentenario; la comisión que coordina Ricardo Estévez; la Fundación Argentina Siglo XXI; el Libro Blanco, impulsado por Gustavo Grobocopatel y Víctor Trucco y el congreso de laicos que se hará este año, organizado por la iglesia católica con el lema "Hacia la Argentina del Bicentenario".
Hay también otras iniciativas que, si bien no hacen referencia explícita a la celebración, aportan en la misma dirección, tales como el Foro Debate Argentina Estrategia País, una de las pocas con participación oficial y los trabajos y reuniones de coordinación realizados por el CEPES, con la dirección de Chacho Álvarez y la participación de la CEPAL, la Fundación PENT, el PNUD, la Asociación Empresaria Argentina y el plan Fénix. Por mi parte, en 1997 dediqué a la cuestión la tercera parte de mi libro Otro siglo, otra Argentina, titulada "La Argentina del Bicentenario".
No puede dejar de mencionarse, en fin, la iniciativa del Diálogo Argentino, que produjo en 2002 el documento Consensos para las Reformas que, lamentablemente, poco y nada fueron tenidas en cuenta por los propios poderes públicos que lo habían convocado.
Todas estas iniciativas han producido documentos en los que hay bastantes discrepancias, pero también muchas coincidencias. El rasgo más notable, sin embargo, es la escasa participación gubernamental, cuyo contraste con lo que está ocurriendo en Chile es abrumador (www.bicentenario.gov.cl), tanto por el vasto plan de obras públicas de alcance nacional como por un sinfín de proyectos que acompañan y dan allá sentido al conjunto.
Ni la comisión creada en los últimos días de su mandato por el presidente Menem, ni las iniciativas de Terragno durante el gobierno de De la Rúa, fructificaron. En cuanto al gobierno actual, además de la participación en el Foro citado, se han lanzado dos iniciativas, la del Centro Cultural del Bicentenario en el Palacio de Correos (hay un llamado a concurso) y el proyecto de ley de financiamiento educativo, aún no hecho público, que fijaría objetivos para el Bicentenario. No se trata, sin embargo, de iniciativas con suficiente gravitación.
En el gráfico adjunto puede encontrarse una de las expresiones más claras de la magnitud del desafío que nuestras generaciones tienen por delante, que es a la vez nuestra deuda con las generaciones jóvenes de hoy y las del futuro. Es bien claro que nuestra decadencia es un fenómeno de larga duración, cuya data es de más de medio siglo. Con acierto dijo Paul Samuelson hace ya 25 años que su principal causa era la crisis del consenso social. Pues bien, todos los países exitosos, aun los que no tenían rupturas del consenso tan profundas como la Argentina, formularon de manera explícita una estrategia de desarrollo y, casi siempre, crearon organismos público-privados encargados de coordinarla y evaluar sus logros sistemáticamente.
La Argentina sigue dándose el lujo de no contar con propósitos e instituciones semejantes. Ellas serían necesarias aun para lo más elemental, la programación del crecimiento económico y sus requerimientos desde el punto de vista de la energía, los servicios públicos, la inserción comercial externa, la inversión y el capital humano y la competitividad sistémica subsiguiente a la valorización del peso. Pe ro la formación de consensos para el Bicentenario debería ser más ambiciosa.
Nuestro fracaso económico y social ha tenido otra causa principal en la fragilidad institucional, lógico resultado de la falta de consensos. En contraste, cuestiones tales como la reforma política, la reforma judicial, un sistema impositivo de país normal, una buena ley de coparticipación federal y servicios de educación, salud y seguridad social de alta calidad aparecen todavía postergadas o muy verdes como para que pudiera vérselas en marcha para el Bicentenario.
Ojalá nuestros gobernantes entiendan que, si bien formar consensos y organismos sociales que los lleven a la práctica es ceder poder, también les hará ganar muchos votos
Por Juan Llach
El Cronista