¿Qué política económica se necesita luego de las elecciones?

EL CRONISTA- 27.10.05 -OPINIÓN.

El presidente Néstor Kirchner enfrentará en las próximas semanas un dilema que, aunque común a todos los gobiernos del mundo, en Argentina ha sido el dulce y el veneno de muchos proyectos políticos: el de la consistencia temporal en el manejo de la política económica a lo largo del ciclo electoral.

Nadie discute que la recuperación del nivel de actividad se ha dado en tiempo record, pero se plantea la cuestión de si no es hora de comenzar a pisar el freno. En este sentido, las elecciones legislativas y la necesidad del Gobierno de consolidar su base de apoyo político, imponían la restricción de que esto no se hiciera hasta octubre, y se decidió comprar más crecimiento con inflación. Sin embargo, pasada la prueba electoral, continuar con estas preferencias es algo sumamente riesgoso, no solamente porque pasado un umbral de tasa de inflación se podrían generar espirales, sino también porque el ritmo actual de crecimiento de la demanda supera por mucho el de crecimiento de la capacidad de infraestructura productiva: tasas de crecimiento asiáticas necesitan tasas de inversión y de ahorro también asiáticas, y lamentablemente, esto dista mucho de ser la realidad argentina.

La esencia de una política de desaceleración es hacer las cosas antes de que sea demasiado tarde, es decir, no esperar a que la economía se enfríe por sí misma o por efectos externos, para llevar a cabo el ajuste, porque esto agravaría aún más las cosas, ni esperar a que la expansión choque contra restricciones de capacidad y se detenga abruptamente la marcha.

Bajar un cambio

El momento de bajar un cambio ya llegó. Aprovechando la relajación del ciclo político, durante el último trimestre del año debería implementarse una política fiscal, para que en 2006 la tasa de crecimiento del gasto público descienda considerablemente, de forma que su contribución al crecimiento de la demanda sea casi nulo y no se convierta en otro factor de presión sobre los precios. Durante 2005, mientras que los ingresos habrán crecido al 20%, el gasto lo habrá hecho al 23%. Se necesita revertir rápidamente esta tendencia y el Gobierno aun no da señales de querer hacerlo. El presupuesto 2006 supone prácticamente la misma tasa de aumento para el gasto y para los ingresos (12% nominal). La condición necesaria para una política fiscal contracíclica cuando la economía se recalienta es que los ingresos crezcan a una tasa mayor que los gastos, y que por lo tanto aumente el superávit fiscal, por lo que este tipo de política evidentemente no está prevista en el presupuesto.

Un mayor superávit fiscal, daría más espacio al Gobierno para mantener el tipo de cambio en niveles altos, apoyándose menos en las intervenciones del Banco Central y permitiéndole mejorar el horizonte de vencimiento y el costo promedio de su cartera de pasivos, evitando los riesgos de comenzar a incurrir en déficit cuasifiscales. Creemos que es necesario mantener un tipo de cambio alto, aunque por cuestiones de incentivos (ya que es una meta del gobierno) y estabilidad macroeconómica, debería ser el Tesoro y no el Banco Central el principal comprador de divisas.

Una política tendiente a desestimular el consumo agregado junto a un tipo de cambio alto, también son buenos instrumentos para mantener elevado el ahorro nacional (público y privado) y así financiar las inversiones que el país necesita minimizando el endeudamiento externo, la vulnerabilidad a los flujos de capitales y los desequilibrios negativos de cuenta corriente.

El desafío entonces es lograr que durante los próximos dos trimestres la expansión de la demanda pierda ímpetu en su carrera y se alejen las fuentes de peligro para la estabilidad macro, de forma que la economía pueda transitar con más calma el 2006, sabiendo que el 2007 nuevamente será un año en donde la agenda política dominará a la económica.

MANUEL CALDERON