Donde nacen las ideas
LA NACION- 28.08.05 - ENFOQUES.
Los think tanks --grupos privados generadores de ideas políticas-- están reemplazando a los comités partidarios en la tarea de crear y proponer normativas modernas para el país
Como a veces ocurre con algunos términos trasplantados compulsivamente del inglés, la traducción cruda al español de think tank -"tanque de ideas"- suena rara.
Llamamos así a las usinas de pensamiento donde se generan soluciones para problemas públicos. Una especie de supermercado, que emplea a intelectuales de la política, en cuyas góndolas se ofrecen ideas, dirigidas a sus potenciales consumidores, que son -o deberían ser- aquellos que toman decisiones en los distintos niveles del Estado.
Es que, a priori, "tanque" evoca imágenes de guerra, mientras que la palabra "ideas" huele a diálogo. Quizá la incomodidad del término sólo se deba a los enredos del spanglish, ese engendro incoherente que surge cuando aplicamos el traslado literal al español, y llamamos "tormenta de ideas" a la técnica creativa del "brain storming" o "perros calientes" a las salchichas. O quizá la rareza tenga, finalmente, más sentido del que parece a primera vista. Eso sugiere la explicación de Silvina Ramos, directora del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes), uno de los think tanks más antiguos del país: "El conocimiento es un arma poderosa, potencialmente muy democrática y que apela a una de las mejores estrategias que la política tiene, que es la capacidad de convencer al otro".
Para dar una primera -y ligera- definición, digamos que los tanques de ideas son instituciones que están fuera de la arena política formal -fundaciones, organizaciones no gubernamentales (ONGS) o institutos universitarios-, dedicadas a la formulación, análisis y monitoreo de las políticas públicas. En palabras de José María Ghio, Director de PENT, un think tank de la última generación: "Nuestro mercado es generar visión e influencia, con insumos consumibles por una audiencia dirigencial". Traducción: políticos y medios de comunicación.
Según un estudio reciente del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), existen 33 think tanks en Argentina. En 2004, la Fundación Adenauer publicó una lista con 39 ejemplos. Como fuere, lo cierto es que se trata del país latinoamericano con mayor cantidad de estos espacios, seguido por Brasil, con 30, y Chile, con 26.
La fragmentación del sistema político -cuyo primer efecto es que los partidos hayan perdido la capacidad para formular políticas- es una de las razones para su proliferación en los últimos años, según coinciden los especialistas consultados por LA NACION. El consultor Rosendo Fraga recuerda que, en este proceso, se "han ido sustituyendo a los comités como ámbitos de la política".
Pero el fenómeno, como el término, también está trasplantado, por más que tenga características criollas. Su origen es la Europa de posguerra, cuando los partidos políticos alemanes empiezan a constituir sus fundaciones; la Democracia Cristiana crea la Konrad Adenauer; los socialistas, la Ebhert, y los liberales, la Nauman. Sin embargo, Estados Unidos tiene un antecedente más lejano porque, en 1916, se crea Brookings, el think tank tradicionalmente ligado a los demócratas.
Es que más allá de los distintos tipos -politizados o apartidarios; generadores de investigación o lobbistas cívicos-, lo que acaba caracterizando a un think tank es su deseo de impactar en el proceso político e influir en la agenda pública.
Lobby a la argentina
Si la influencia es una clave, ¿qué papel juegan, concretamente, los tanques de pensamiento en el proceso de formulación de las políticas?; ¿Existe un puente entre las ideas que generan y la esfera pública; o, dicho de otro modo, entre la investigación y el Estado? Y si existe, ¿cómo se mide esta influencia?
Cippec hizo un estudio sobre este tema tomando a la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) como caso testigo de modelo exitoso de think tank por haber sido capaz de moldear, con sus ideas privatizadoras, el debate de una década en la Argentina. Lo producido por FIEL, en los ochenta -según concluye el paper- fue generador de las políticas que Carlos Menem implementó diez años después.
Precisamente, en aras de medir la influencia, el estudio toma también como variable el paso a la función pública de los investigadores que generan las ideas porque, según afirman, "operan como vehículo de las mismas". El ejemplo más notable de estos vasos comunicantes es, quizá, Domingo Cavallo, que pasó de la Fundación Mediterránea a parir e implementar nada menos que la convertibilidad.
Así como FIEL, la Mediterránea y el CEMA se consideran think tanks tradicionales, ligados al ideario neoliberal, a caballo del nuevo milenio tomaron vuelo otros, más ligados a la centroizquierda o las demandas de la nueva política. Tal es el caso de Cippec, Pent, el grupo Fénix, la Facultad Latinoamericana de Estudios Sociales (Flacso), el Grupo Unidos del Sud (GUS), o Sophia.
Un síntoma del cambio de época lo da el hecho de que los economistas Eduardo Basualdo y Daniel Aspiazu, que forman parte de Flacso y del grupo Fénix, asesoraron al Gobierno para elaborar el proyecto de ley de regulación de los servicios públicos.
Digamos que la gestión de Néstor Kirchner no parece desesperada por acudir a los think tanks en busca de insumos académicos. "En este sentido, son bastante autistas", cuestiona Nicolás Ducoté, director de Cippec. Pero Ghio, su colega de PENT -que, en su raíz latina, significa, precisamente, puente-, salió a poner paños fríos sobre este punto: "Es mucho pedirle a (Roberto) Lavagna que, en la emergencia, lea un paper nuestro".
Sin embargo, hay excepciones: el ministro del Interior, Aníbal Fernández, consultó los trabajos sobre reforma política de varias ongs. Justamente, la reforma de los sistemas electorales en las provincias es un área sobre la que los nuevos tanques apuntaron sus cañones. Un ejemplo: en el 2003, Cippec propició un compromiso en Santa Fe, firmado por todos los candidatos, para derogar la ley de lemas, cosa que finalmente sucedió. Y para esta campaña electoral planea una convocatoria para promover la transparencia en el aporte de los fondos.
Ultimamente, los think tanks han ganado fama por ocuparse de hacer entendible -para periodistas y ciudadanos- el proyecto de ley sobre el presupuesto nacional. Luego, monitorean su ejecución. Elaboran papers académicos con asesores de comunicación y los difunden entre los medios y los tomadores de decisiones. A la hora de autodefinirse hablan de "instalar debates" y posicionar ideas. Los políticos son convocados a participar en sus workshops y charlas. En otros casos, como ocurre en Unidos del Sud, el think tank del empresario Francisco De Narváez, sus técnicos participan, junto con legisladores, en las comisiones en el Congreso y ayudan en el armado de proyectos de ley.
"Somos hacedores; no hacemos planteos inviables, y además no le tememos a las reglas de la política", deja en claro su director, Gustavo Ferrari. La ONG de De Narváez, ahora candidato en las listas duhaldistas del PJ bonaerense, tiene una particularidad: funciona las 24 horas. "Hay algunos técnicos que trabajan de madrugada", confirma Ferrari.
Trabaja en la elaboración de programas nacionales y locales y -punto que comparte con el resto- no cobra por el asesoramiento que ofrece a legisladores, funcionarios, candidatos o partidos.
Tanques y cuadros
Volviendo a los vasos comunicantes, el macrista Horacio Rodríguez Larreta, creador del grupo Sophia, apunta: "Un objetivo que tenemos es formar cuadros para asumir responsabilidades públicas". Pruebas al canto: el presidente del grupo, Martín Lopetegui, fue propuesto por el gobernador Felipe Solá al frente del Banco Provincia. Y en la ciudad de Buenos Aires, con el debilitamiento de su gobierno después de la tragedia de República Cromagnon, Aníbal Ibarra incorporó a Diego Gorgal, ligado a Sophia, para ocuparse de la seguridad de los porteños. Por Unidos del Sud, el economista Martín Lousteau revista como funcionario bonaerense.
"La Universidad o instituciones de investigación como el Instituto Di Tella, o el Cedes, proporcionaron históricamente los expertos para ocupar cargos técnicos, que se yuxtaponían a los cuadros de cada partido político", explica Luis Tonelli, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires.
En este punto, en el de los puentes con el Estado, existe un debate entre analistas e intelectuales. Mientras que para algunos los think tanks constituyen un conjunto pensadores cuyos insumos son tomados para mejorar la política, para otros implican usinas ideológicas. Esto último piensa el economista Enrique Arceo, de Flacso: "No existe producción intelectual independiente de las clases sociales, y cada una de ellas tiene a sus intelectuales orgánicos trabajando en función de sus intereses", apunta. Arceo es actualmente director del Banco Ciudad, y un ejemplo de la conexión entre cuadros técnicos y tanques de pensamiento.
Desde otro arco ideológico, el politicólogo de la Universidad Di Tella, Sergio Berensztein, también lanza sus dardos: "A los think tanks les faltó objetividad; estuvieron muy jugados a proyectos políticos y se cayeron cuando esos proyectos fracasaron", advierte.
La endeblez institucional de la Argentina también parece haber teñido de debilidad a sus think tanks. Muchos de los consultados recordaron el intento del Instituto Programático de la Alianza (IPA), que duró menos aún que la coalición que llevó al poder a Fernando de la Rúa.
Es cierto: en el panorama criollo no hay nada cercano a Brookings, el tanque de los demócratas norteamericanos, con más de ochenta años de existencia, ni tampoco existen espacios de pensamiento ligados a sindicatos, tal como ocurre en Europa.
A esta altura es bueno marcar algunas diferencias en la ecléctica grilla de estas fábricas de pensamiento. Además de los think tanks en el sentido estricto del término, que son apartidarios, desarrollan investigación y acción política y cuentan con financiación múltiple, sobre todo del exterior -las agencias de cooperación de países europeos suelen aportar a estos emprendimientos locales-, existen otras variantes. Están, por ejemplo, aquellos ligados a un partido político determinado, como la fundación Creer y Crecer, vinculada a la agrupación de Mauricio Macri.
Revistan, también, en esta categoría, los espacios ligados a un político o grupos de políticos que pasaron por la función pública o buscan hacerlo. Cuando dejó la vicepresidencia, Carlos "Chacho" Alvarez creó el Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (Cepes).
"Advocacy groups"
El listado de la Adenauer incluye, asimismo, entidades que se mueven entre el activismo cívico y el trabajo de un think tank tradicional: son los llamados advocacy groups, como Poder Ciudadano o la Asociación por los Derecho Civiles (ADC). Estas entidades, que trabajan sobre la coyuntura, se dedican a promover valores específicos en la agenda pública. La transparencia, en el primer ejemplo, y los cambios en las políticas públicas dentro del Poder Judicial, en el segundo. "Son las ongs las que hacen lobby en el Congreso para que salga una determinada ley", describe Gabriel Rocca, desde Poder Ciudadano.
Finalmente, y aunque en la Argentina tampoco existe tradición de vasos comunicantes con el Estado, se recorta la Universidad como ámbito de producción de ideas.
"Este es el verdadero corazón del think tank", bromea, y no tanto, Abraham Gak, director del grupo Fénix, apenas recibe a LA NACION en la sede de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Es que allí se reúne, todos los jueves, este think tank universitario que empezó a funcionar en el 2000, con el propósito de elaborar un programa económico alternativo, que luego le presentaron a Lavagna.
Gak definió a Fénix como un "proyecto estratégico" de la Universidad, creado para generar pensamiento crítico e instalar preguntas para el debate. "Si estamos lejos del poder, mejor. No nos interesa acoplarnos al gobierno de turno", definió.
Un punto clave, como suele ocurrir, es el del financiamiento. Si hay una coincidencia entre politicólogos, analistas y directores de tanques es que, a mayor diversificación en las fuentes de financiación, mayor independencia en las agendas de investigación. Como resume Ducoté, desde el Cippec: "La ecuación ideal sería que muchos pongan poca plata. Así pasa con el Heritage, el think tank republicano. Pero en Argentina, no hay tradición. La realidad es que todavía estamos lejos".
Por Laura Di Marco