La inflación viene con stop and go

LA NACION- 28.08.05 - ECONOMIA.

Después del aumento de 1% en julio, el índice de inflación minorista de agosto promete aportar un respiro al Gobierno y otro motivo de desconcierto a consumidores y empresas. Para este mes se espera un alza del orden de 0,5% que, si bien no es para festejar, al menos confirma que la inflación tampoco tiende a espiralizarse como en el pasado, cuando la economía estaba indexada. Pero también demuestra que su trayectoria se asemeja a un proceso de stop and go, con aceleraciones y desaceleraciones dentro de una tendencia creciente.

El Gobierno, que todo hace y deshace en función de las elecciones legislativas, ya está actuando para que los índices de septiembre y octubre estén dentro de la zona de frenado. El mes próximo ya incluye el aumento de las tarifas de taxis en la Capital y tiene como principal amenaza el alza estacional de los precios de la carne. Por esto último, el Ministerio de Economía maniobró con la resolución que prohibe la faena de terneros de bajo peso a partir de noviembre. En el ínterin la oferta puede aumentar; y si no lo hace, no descarta subir las retenciones a la exportación como ya lo hizo con los lácteos. También podrá intentar acuerdos de precios con frigoríficos y supermercados. La prioridad está en los índices, antes que en las causas de la inflación.

Otra medida dictada pensando en los índices fue la modificación del Programa para el Uso Racional de la Energía Eléctrica (Puree). Por su diseño, la segunda edición de este programa encubría un aumento de tarifas que, como se señaló en esta columna, aportó casi una cuarta parte a la inflación de 2% del segundo trimestre. A diferencia del plan original, que repartía premios y castigos según se consumiera menos o más electricidad, esta versión penaliza con recargos a todo consumo que no sea inferior al 10% del registrado en el mismo período de 2003. O sea que, aun manteniendo el consumo, los usuarios debían pagar más. Ahora no se aplicará con retroactividad a julio sino a partir del 10 de septiembre, según dispuso la Secretaría de Energía.

Aunque esta modificación restará presión al índice de precios, el problema es que las empresas distribuidoras ya emitieron decenas de miles de facturas con recargos que, en promedio, llegan a 35 pesos por bimestre. Por eso, el cambio obligará a las empresas a recalcular las tarifas o a acreditar la diferencia en la próxima factura a quienes ya pagaron.

Un correctivo automático

Si bien por un lado el Gobierno trabaja para frenar los índices y por otro aplica políticas para acelerar la demanda interna en vísperas de las elecciones, hay un dato estructural que no pasa inadvertido para muchos analistas. Con casi 40% de la población por debajo de la línea de pobreza, cada vez que los precios de la canasta básica suben demasiado, lo que termina desacelerándose es el consumo. De esta manera, la inflación pasa a operar como un correctivo automático para los desequilibrios entre una demanda que tiende a crecer con impulso oficial y una oferta que está encontrando sus límites en muchos sectores.

Otro problema es que una mayor inflación significa un incipiente deterioro del tipo de cambio real. Ante la Cámara de Exportadores, Lavagna repitió la apuesta del Gobierno: no dejar caer el dólar nominal para asegurarse una alta recaudación a través de las retenciones y tratar de que los costos internos vayan subiendo muy gradualmente para que quienes exportan o sustituyen importaciones no pierdan rentabilidad y generen inversiones para aumentar la capacidad productiva.

Tanto desde el Ministerio de Economía como desde el Banco Central repiten al unísono que no hay ninguna evidencia de que una baja del dólar traería aparejada una reducción de precios. También coinciden en que la política monetaria no genera inflación, ya que todavía hay mucho margen para que el BCRA emita pesos con una mano para comprar dólares y los absorba con la otra colocando letras. El fantasma del déficit cuasifiscal, que dos décadas atrás causaba estragos inflacionarios, sigue estando lejos. Por ahora, el BCRA tiene superávit ya que las tasas que paga por Lebac se compensan con creces con los ingresos que obtiene por la recuperación de redescuentos, los rendimientos de su cartera de títulos públicos y los intereses que le genera la colocación de reservas.

Aun así, el stock de Lebac y Nobac sigue concentrado en muy corto plazo por la incertidumbre que genera el repunte inflacionario. De ahí que, antes de viajar a los Estados Unidos para participar de la despedida anticipada de Alan Greenspan (que dejará la titularidad de la Fed en 2006), Martín Redrado haya adoptado una decisión para alargar los plazos de esas colocaciones. En las próximas semanas, el BCRA volverá a colocar letras ajustables por CER.

La novedad probablemente coincida con otra: el Ministerio de Economía y el Banco Central están trabajando para establecer una pauta inflacionaria única de un dígito para el año próximo, que rondaría el 9 por ciento.

Para que resulte creíble y las expectativas no marchen a contramano, el Gobierno tendrá que demostrar una disciplina fiscal que ha quedado diluida en medio de la campaña electoral y que difícilmente reaparezca antes del 23 de octubre. La chequera de gastos y subsidios ha sido hasta ahora la principal herramienta política del oficialismo para ganar adhesiones en provincias y municipios. Y aunque no ponga en riesgo el superávit primario de 3% del PBI que el Gobierno fijó como piso y techo, la incógnita es si habrá de guardarla en los dos últimos meses del año.

A falta de señales sobre lo que ocurrirá con el gasto, que viene creciendo más que los ingresos, el Gobierno se dedicará a reforzar estos últimos. A fin de mes, cuando venza el plazo para adherir al RAFA (el Régimen de Asistencia Financiera Ampliado), la AFIP proyecta reemplazarlo por un sistema de refinanciación de deudas por sectores, con intereses más altos. También se dispone a poner en marcha las inspecciones con agentes encubiertos, que semanas atrás fueron aprobadas por ley.

El stop and go de la inflación, sin embargo, está haciendo perder de vista oportunidades importantes para asomarse al futuro. Ante un selecto grupo de empresarios y economistas convocado por la Fundación PENT, Mario Blejer describió un panorama internacional más que favorable para la Argentina. Según el ex titular del BCRA y actual director del Banco de Inglaterra, la combinación de alto crecimiento, inflación baja, precios de las materias primas en alza y tasas de interés moderadas no es un fenómeno cíclico sino permanente, debido a la gravitación de China en la economía mundial, que la Argentina podría aprovechar en muchos sectores que no compitan con mano de obra barata. Para eso sería necesario definir una estrategia de crecimiento que aliente inversiones en producción exportable, sin castigar a los que les va bien. Tal vez sea demasiado pedir en medio de una campaña electoral que perdió los estribos y donde revolver el pasado atrae más que discutir el futuro.

Por Néstor O. Scibona
Para LA NACION